Media vida

La muerte me obsesiona siempre, pero me obsesiona mucho más en febrero.

Dentro de un par de días se cumplen 19 años la muerte de mi papá. Podría pensarse que estaría más "bonito" escribir sobre él en un año redondo, de esos que terminan en 0 y poseen esa cualidad de abrir o cerrar etapas. Pero no, el aniversario 19 es importante porque se cumple una paridad. Este año se cumple una mitad de mi vida, aquella en la que tengo la misma cantidad de años de vivir sin él, que la viví a su lado.

Si me pongo a hilar muy fino, en realidad llevo más años viviendo sin su presencia. Ese periodo nebuloso de la temprana infancia, hasta los 5 años al menos, en que uno vivió pero del cual no se tienen abundantes recuerdos me revela que los años "aprovechados" junto a mi padre fueron menos, talvez unos 14 o 15 a lo mucho.

Sí, se que hay personas que han perdido a su papá cuando eran niños pequeños, o incluso antes de nacer, y sólo puedo imaginar la clase de dolor o vacío que experimentan. Sin embargo, también existe un limbo raro para aquellos que ya éramos lo suficientemente adultos como para tener recuerdos y consciencia plena de su existencia, pero que aún no eramos lo suficientemente grandes para sentir que la vida nos los prestó por un buen rato. 

Es esa sensación permanenente de que estuvieron en nuestras vidas apenas de pasada y que la muerte vino muy pronto por ellos. Que nos alcanzaron los años para amarlos pero no para compartir más alegrías y más penas. Que nos enseñaron muchas cosas pero que no hubo tiempo para hacerles más preguntas y pedirles más consejos.

Quedan siempre muchos "y si" o "que hubiera hecho" que jamás van a tener una contestación.

Creo que haber pasado la etapa del duelo hace mucho. Ya no lloro los 21 de febrero ni se me vienen las lágrimas de sólo acordarme de papi. A veces hasta me da miedo estarlo olvidando, porque ya su presencia se siente lejana. Es decir, su recuerdo me acompaña como una herida de guerra, pero ya es media vida que he vivido sin hablarle, sin abrazarlo, sin esperar que entre por la puerta. Mi vida cotidiana, esa de las rutinas, raramente incorpora su recuerdo en los detalles. Bueno, eso me parece a mí, porque cuando menos lo pienso aparece una canción en la tele, hablan de algún tema en particular o me llega un olor específico y no puedo evitar el "a  papi le encantaba" , "así lo hacía mi papá" o " a papi le hubiera gustado".

Lo que más me duele, a media vida de haberlo perdido, es no haberlo conocido mejor. No a papi como mi papá, como la persona que me engendró y me crió, sino como ser humano. Tengo una idea de su pensamiento, de sus creencias, de sus valores. Poseo una silueta delineada de su personalidad, pero me faltan muchas piezas del rompecabezas. Es como estar viendo el cascarón de un hombre bonachón, risueño, bromista, curioso, cariñoso, paciente, eso sí, tirado a flojo (porque no voy a esconderle los defectos) pero cuya historia ignoro casi que totalmente. Su vida para mí empieza cuando conoció a mi mamá, todo lo que haya sucedido antes está tapado por un velo y no puedo ver a través de él.

De estar vivo, me hubiera gustado preguntarle tantas cosas. Se que hubiéramos tenido conversaciones super interesantes sobre filosofía y política. A lo mejor nos hubieramos entendido mucho el uno al otro. Porque entre más tiempo pasa, más percibo mi parecido con él. Mi personalidad se parece más a la suya de lo que alguna vez pensé posible. Su hija también tiene miles de hobbies y todos los deja tirados por ratos, vuelve a retomarlos y se embarca en nuevos intereses todo el tiempo. Ahora entiendo porque era capaz de tejer a crochet con manos expertas, de tener libros de quiromancia y numerología en el estante, y de entender los números como si fuera lo más simple del mundo. Ahora entiendo su afán de evitar la fatiga y los conflictos.

Que bonito habría sido verlo de abuelo. Que Diego se hubiese podido sentar en su regazo, dejarse mimar y ser sorprendido luego por un ataque de cosquillas sin misericordia. Es de esas cosas que nos perdimos, pero que a veces imaginamos.

Me ha tocado vivir la mitad de mi vida sin una persona a la que amé mucho y a quien hubiera querido que me prestaran más. Pero eso me ha enseñado a ser fuerte, a mi manera. A querer con mas ganas, a decir te quiero sin miedo, a saber que hoy es hoy y mañana quien sabe. Es media vida que no pasa en vano.

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